En las costas de Nazaré, Portugal, un grupo de adolescentes vivió una experiencia que marcará su vida espiritual. Organizado por los Peregrinos de la Eucaristía, este campamento de verano fue mucho más que juegos y excursiones: fue una oportunidad para sembrar en tierra fértil la semilla del Evangelio.
Todo comenzó con un gesto simbólico: enterrar un tronco seco en la arena. Lo que parecía un simple acto, reflejaba el deseo profundo de que incluso lo seco puede florecer si se riega con fe, comunidad y la luz de Jesús Eucaristía.
Un viaje interior y compartido por parte de los Peregrinos de la Eucaristía
Desde Madrid salieron jóvenes y monitores acompañados por miembros consagrados de esta comunidad, con participantes de diferentes regiones como Navarra, Sevilla o la capital. El objetivo era claro: no solo llegar a Fátima, sino iniciar un camino de conversión interior.
El lema que llevaban en sus camisetas —“Tú eres mi meta”— no era solo decorativo. Representaba a Cristo como destino de todo peregrino. Y más aún, recordaba que Él es también quien acompaña el trayecto, guiando cada paso del camino.
Conocer, descubrir, amar
Durante el campamento se organizaron tres excursiones especiales. La primera, a Nazaré, permitió conocer la historia del Venerable Guido Schäffer, el surfista brasileño que eligió seguir a Dios como seminarista. También visitaron un santuario mariano con siglos de historia.
La segunda jornada los llevó a las Grutas da Moeda, donde la naturaleza mostró su belleza oculta, mientras que el tercer día fue para visitar el Santuario de Fátima, donde rezaron en la Capilla de las Apariciones y conocieron el testimonio de los tres pastorcitos.
El aprendizaje no se dio solo en los lugares visitados, sino también en las dinámicas del día a día. Cada grupo acumulaba puntos no solo por ganar, sino por colaborar, escuchar y servir. Así, descubrieron que la alegría auténtica nace del don de sí mismo.
Adoración bajo la luz de las velas
Uno de los momentos más emotivos del campamento fue la adoración eucarística nocturna. En un ambiente de silencio y expectativa, los adolescentes sostuvieron velas apagadas, esperando encenderlas con la llegada del Santísimo.
Cuando Jesús fue expuesto, la luz se propagó entre ellos como una cadena viva. La presencia de Jesús Eucaristía no solo iluminó el lugar, sino también sus corazones. Fue una noche de encuentro profundo, donde muchos renovaron su fe con lágrimas, abrazos y silencio reverente.
Al concluir la semana, no solo se llevaban recuerdos de excursiones y amigos nuevos. También volvían con el corazón transformado. Entendieron que ser Peregrino es vivir con la certeza de que cada paso tiene sentido cuando se camina con Cristo.
Comprendieron que la vida se construye sobre roca cuando Jesús es el fundamento. El campamento fue una escuela de vida cristiana, donde aprendieron que amar, servir y orar pueden ser también formas de disfrutar, crecer y ser verdaderamente libres.
La misión de los Peregrinos de la Eucaristía
Los Peregrinos de la Eucaristía son una familia conformada por consagrados, consagradas, sacerdotes y laicos, donde cada miembro, según el carisma y la espiritualidad que lo identifica, realiza la ofrenda de su vida a Dios a semejanza del Cordero de Dios, para, como Él, ser auténticos servidores de Dios y de los hombres.
Su misión consiste en vivir la misma vida de Nuestro Señor Jesucristo, presente y vivo en el misterio de la Eucaristía, y comunicar esa vida a todos los que se acercan a ellos. Esta vivencia se expresa en los distintos apostolados con los que la comunidad es enriquecida, para poder dar respuesta a las necesidades pastorales concretas de cada uno de los lugares donde el Señor les envía, especialmente allí donde la fe necesita ser fortalecida: en contextos marcados por el dolor, la incertidumbre o el abandono. A través de la oración, la vida misionera y el compromiso fraterno, los Peregrinos de la Eucaristía buscan ser testigos del amor de Dios, llevando la luz de Jesús Eucaristía a quienes más lo necesitan.